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Entrevista a Han Chang Kim y Nam Sung Choi Gentileza de: Miguel Hladilo Nota publicado en la Revista YudoKarate Edicion nº 297

El maestro Sung, una leyenda viva de las artes marciales A los 70 años, sigue dando cátedras de taekwondo,disciplina que introdujo en la Argentina en 1967; la historia de un precursor que sorteó varios obstáculos para llevar adelante su filosofía Seguramente, cuando el maestro Nam Sung Choi llegó a la Argentina, hace cuarenta años, no imaginó que se convertiría en el pionero de una disciplina deportiva.Por aquel entonces, tras un interminable viaje en barco, arribó a nuestro país con la férrea idea de mejorar su calidad de vida y en lo único que pensaba era en llevar adelante su profesión de comerciante e instalarse en la Argentina. Su fin era obtener un bienestar que en su Corea natal no podía lograr por una guerra civil que no reparaba en sacrificios humanos. Transcurría junio de 1967. Sung había sido campeón asiático de taekwondo, un arte marcial que aquí no se conocía. Y después de ver que el ramo comercial no daba los frutos deseados y tras un breve tiempo como albañil("me enfermé por llevar bolsas de 50 kilos; yo pesaba 63", comenta),pensó en enseñar esa técnica aquí. "Me costaba hablar de taekwondo. Por una parte, yo no conocía bien el idioma. Incluso me había puesto a aprender inglés, porque no sabíamos que en la Argentina se hablaba español... Y por otro lado los potenciales alumnos sólo tenían nociones de karate y judo. Me llevó tres años imponer las ideas de mi disciplina; es más, al comienzo debí promocionarlo como karate coreano para que muchos supieran de qué se trataba", aclara este hombre de 70 años, que luce una graduación de 9° dan (la más alta es 10° y hay uno solo en el mundo). Una charla con Sung es casi una clase teórica, en la que el maestro ejemplifica con movimientos todo lo que cuenta. Con sus manos golpea en el aire, toma la tarjeta de invitado con la que ingresó en la redacción y la usa de objetivo para mostrar la diferencia que existe entre dar un golpe normal ydarlo con un movimiento de cadera. "Yo vivía con mis paisanos en el viejo hotel Torino. Había llegado con Han Chang Kim y Chung Kwan Duk, que también practicaban la disciplina. Fuimos a Canal 9 para mostrar lo que hacíamos y gracias a eso conseguimos que nos aceptaran en un gimnasio de Ramos Mejía, al que me llevó unjudoca de apellido Aspera y donde comencé a dar clases", recuerda. Para entonces, Martín Karadagian estaba armando el staff de personajespara su Titanes en el ring y lo convocó. Sung fue a ver un entrenamiento y nolo convenció el modo de combatir ni el exceso de show. "Para un hombre demi tamaño no era lógico pelear cuerpo a cuerpo contra esos fornidos luchadores.Le dije que lo mío era defensa personal y si los pateaba les iba a romper unapierna. Entonces no participé." Igual, Karadagian se quedó con algo deSung: su nombre, que empleó para caracterizar a un obeso y malvado personaje conocido como el Coreano Sun . Sung se ocupó también de la rivalidad entre su arte y el karate."En el taekwondo no sólo se avanza de frente. El karate utiliza mucho las manos, pero nosotros también las piernas, nos movemos más y atacamos por los costados", explica. "El nombre no es caprichoso. Tae significa piernas; kwon, manos, y do es lo referente a la espiritualidad. Por eso es importante una buena enseñanza, porque debe transmitir respeto y moral, más allá de la técnica. Es clave formar buenas personas. Cuando un alumno saluda a su maestro no es porque el arte marcial lo obligue, sino que lo hace porque sel o dicta el corazón." Sung sigue en actividad en su gimnasio de avenida Córdoba y Lavalle ja.Y les agradece a sus alumnos avanzados en cada clase porque, gracias a ellos,puede ponerse el uniforme, ajustarse el cinturón y hacer lo que más ama:transmitir el espíritu de su taekwondo. Han Chang Kim y NamSung Choi la Argentina Y a los que se les deben el mayor de los respetos y agradecimientos. Primero,el estudio A los 20 años, Han Chang Kim que nació el 28 de septiembre de 1939, estudiaba diplomacia en la universidad. Tenía dos íntimos amigos a quienes conocía desde el secundario. Uno de ellos, se carteaba con Mercedes, una chica argentina de Alta Gracia, Córdoba. Como ninguno entendía castellano, otro que algo sabía,les traducía las cartas. En ellas, los invitaba para que conocieran la Argentina. «Estaban entusiasmados y les dije que los acompañaría, aunque era difícil salir del país por cuestiones políticas y económicas», recuerda. -¿Había que tener el dinero para el pasaje? Kim: -El tema era decidir si viajar o no. Me faltaban dos años y medio para recibirme. Yo estudiaba ciencias diplomáticas. Finalmente desistí porque quería terminar mi carrera. «Si quieren ir, vayan los dos», les dije. Así lo hicieron. El viaje duró ocho meses. Vinieron como mochileros. -¿La conociste a Mercedes? -No, la relación conmigo era indirecta. Ellos consiguieron empleo en la fábrica de automóviles Ika-Renault. Después de un año y medio, uno se quedó y el otro volvió antes de que yo llegara. Volvieron a insistirme si quería ir. «Ahora sí», les contesté. En una estación de servicio Un hecho fortuito y la curiosidad, abrieron el camino para que el taekwondo se difundiese por todo el país. Norberto Áspera, sin quererlo, se convirtió en el actor principal de ese acontecimiento. «Paré a cargar nafta en una estación servicio del bajo Flores y me atendió un coreano. Mi yodogui estaba enroscado con el cinturón en la luneta de mi auto. Me preguntó qué practicaba. Le dije que hacía judo. «Yo también», respondió. Quería practicar y no sabía donde. Le di la dirección de mi gimnasio, en Ramos Mejía. A los cuatro o cinco días apareció para entrenar. Me contó que tenía unos amigos que hacían karatecoreano. -¿Le dijiste que los llevara también? -Sí. Con él vinieron Nam y Chung y así nos conocimos. La segunda vez, trajeron el equipo y me mostraron lo que sabían hacer. Les prometí que trataría de conseguirles un lugar para enseñar. Y ahí fue cuando lo llamaron a Kim. -Fueron los dos primeros que enseñaron en el Yusin. -Claro yal poco tiempo, se sumó Kim. Al principio, no tenían gente y convoqué a un grupo de amigos; entre ellos, a Alberto Sáenz, Napoletti, los hermanos Peluffo, que practicaban judo conmigo, para que hicieran número y entusiasmaran a otros. Diola casualidad de que se iba a disputar el campeonato de Buenos Aires de judo,en el club Estudiantil Porteño, en Ramos Mejía. En ese momento era un deporte muy popular. En medio de la competencia, ellos hicieron la primera exhibición de taekwondo. Hablé con Manuel Moreno, director del Instituto Kumazawa, para que pudieran enseñar en sus gimnasios. -¿Hasta te pusiste el dobok para hacer de alumno de taekwondo? -Así es. En esa época daba clases de judo en la Escuela Vucetich,de la Policía Federal y fuimos a hacer una exhibición en el Círculo Policial, donde aprovecharon para mostrar su arte. Ahí me lo puse. Nos vieron y entre los presentes estaba el inspector Lambruschini, de Coordinación Federal que tenía el gimnasio de lacalle Pasteur, luego filial del Kumazawa, que se llevó a Kim para que enseñara. Kim: ¡Sin Áspera hubiera sido muy difícil empezar! ¡Nos ayudó y presentó a todos los queconocía! Después, pasamos al Kumazawa de Guayra y al de Carabobo. -¿Quiénes fueron tus primeros alumnos? -Alejandro Balza, Enrique Eiriz, Poletti. Nam:-A mi me costó mucho imponer el taekwondo. Pasaron tres años de intenso trabajoy casi siempre teníamos que decir karate coreano para que entendieran. Fueronaños duro. Lacrueldad de la guerra Como la otra cara de la moneda, la historia de Nam Sung Choi estuvo llena de dramatismo. Nació el 19 de noviembre de 1937 y con el inicio de la guerra de Corea, su familia tuvo que escapar del horror. Corría 1950. Vivían en una ciudad hasta donde avanzaron los americanos y que luego, debieron retroceder por un contraataque chino. Tenía 13 años. Estaba con sus padres y hermanos.«Tuvimos que escapar y caminamos » 50 kilómetros hasta un pequeño pueblo, Cheng Hua, donde ya no quedaba casi nadie. Comimos lo que pudimos y partimos hacia otro lugar. En eso, aparecieron unos camiones del Ejército con soldados heridos. Uno se detuvo y el conductor que era pariente de mi mamá le dijo que no tenía lugar para acomodarnos a todos y que sólo podía llevarme a mí. Subí y viajamos hasta Seúl, donde nos encontraríamos», explica. -¿Qué pasó, entonces? Nam: -Me llevó de su mano por la ciudad. En un momento, no sé si él me dejó o me solté.Me perdí. No sabía qué hacer. El lugar estaba lleno de refugiados. La mayoría dormía en las escuelas. En un refugio encontré a un conocido. Estaba con un amigo. Ambos iban a presentarse como soldados voluntarios. Yo no podía porque era menor de edad. Finalmente, se fueron al cuartel. Los seguí. A mi también me aceptaron y no me acuerdo para hacer qué cosa. El fusil era más alto que yo.Eso sí, me daban de comer todos los días. Hasta que fui a Tae Gu, la tercera ciudad de Corea, después de Seúl y Pusan, donde ingrese en un orfanato, a los 14 años. El taekwondo en sus vidas Los dos maestros llegaron al arte marcial por distintos caminos. Kim, instalado con su familia en Seúl y Nam por pura necesidad, para defenderse de unos mafiosos que lo hostigaban. Ellos lo cuentan. Kim:Enfrente de mi casa estaba la sede de la Chung Do Kwan, que en ese momento dirigía DukSung Son (autor del libro «Karate Coreano» que escribió con Robert Clark y muy difundido en la Argentina)y donde enseñaban Un Kyu Um (actual titular de la Ku Ki Won) y Hae Man Park(hoy, vicepresidente de ka Chung Do Kwan). Los tres fueron mis maestros.Entramos con los chicos del barrio. Empecé a aprender taekwondo y me gustó. En 1966, recibí el tercer dan de la Asociación de Takwondo Coreana. En esa época, el general Choie ra presidente honorario de la entidad. Venía, saludaba y no practicaba. Mi hermano mayor era amigo de un sobrino suyo. Me recomendó para que lo fuese a ver. Su hijo Choi Jung Hwa, tenía 11 años. Fui durante ocho meses a aprender con los instructores que practicaban allí, en un salón muy grande. A veces, me corregía un movimiento porque hacía otras formas y tenía que aprender las que le había modificado. Nam: -En 1951, el dueño del orfanato me empleó en su casa, donde fabricaba encendedores con vainas servidas de balas de fusil. Más tarde, entré en un colegio nocturno y como trabajaba, no me quedaba tiempo para estudiar. Un día, paseando por el mercado negro, encontré a un paisano. Me llevó con él. Era un buen hombre. Me prestó plata. Con ese dinero, empecé a hacer negocios. Compraba y vendía mercadería de contrabando. ¡Cómo gané plata! ¡Llegué a comprarme tres casas! En el puesto donde estaba instalado, me visitaba una patota con intenciones decobrar un «alquiler» para que pudiera trabajar. Venían casi todos los días. Ycomo me negaba a pagarles, me pegaban siempre. Yo era muy chiquito. Entonces,empecé a practicar artes marciales. Me anoté en la escuela Jung Mu Kwan. Hice hapkido, kendo, boxeo y taekwondo porque era más lindo. Ahí aprendí. Uno de aquellos patoteros me molestaba mucho. Cuando me gradué como primer dan, lo enfrenté y le rompí toda la cara. No me «visitaron» más. El viaje a la Argentina En 1967, Kim decidió por fin, embarcarse hacia la Argentina donde estaban sus compañeros. Con la base de la Asociación de Taekwondo Coreano, el general Choi le había otorgado el 4° dan y pedido que difundiese la disciplina en nuestro país. En cambio las cosas para Nam no fueron tan fáciles. En 1963 y a causa de un golpe de estaderos militares que tomaron el poder lucharon contra el contrabando. Nam se vio en dificultades. «Continuamos vendiendo en el anonimato. Yo trabajaba con un amigo. Un día salí y él se quedó en el negocio. Cayó la policía y se lo llevó preso. Tuve que vender las tres casas para sacarlo de la cárcel. Me quedé sin un peso. Fui a Seúl y empecé a vender relojes. Al abrirse la emigración, varios amigos fueron a Alemania atrabajar en las minas de carbón. Quedé solo. Me hablaban de la Argentina diciendo era el mejor país del mundo. «Trabajas un día y comes siete», escuchaba. «Tengo que ir a vivir allá», pensé. Había estudiado inglés y creía que aquí se hablaba ese idioma. Entonces, cuando llegué dije: ¡«Helio»! y nadie me entendió, se ríe acarcajadas. Hicieron la travesía en el Bois Vian, un carguero holandés de 28.000 toneladas. El viejo barco llevaba además, 20 familias, unas 104 personas. Un buen día, ambos se cruzaron en el puente, se pusieron a charlar ya practicar juntos. Chung los vio y también compartió las prácticas aunque eramos chico; había nacido en 1950. Tardaron dos meses y un día en pisar estas playas. Nam y Chung se hospedaron en hotel Torino, de la avenida Alem y después, en la casa de un familiar de este, que vivía en Villa Soldati. A Kim,lo fue a buscar su amigo desde Córdoba y se fue con él. «Pero, antes de separarnos nos comprometimos a enseñar taekwondo de la ITF. Kim: -Un día recibí una llamada de Nam que me decía: «¡Conseguimos un gimnasio para enseñar taekwodo. Es en Ramos Mejía, de un profesor de judo. ¡Vení rápido!». Le contesté: «¡OK., ya voy!». -¿Cuántos coreanos había en el país? -Menos de mil (N de la R: ahora son más de 20.000, según palabras del actual embajador coreano). -¿Qué otros profesores vinieron después? -En 1970, Dae Chul Yang; en 1971, Jong Seo Lee y en 1973, Moon Jeong Chung. Los fuimos ubicando en los lugares donde pedían instructores y en los gimnasios que podíamos. Era la misión que me encargó el general Choi. «¡No sabe un carajo!» Áspera relata dos anécdotas sobre aquellos jóvenes coreanos.«Cuando Nam estaba en el Yusin se quedaba a dormir en el gimnasio. Le compré ropa y me había dicho que era relojero. Un alumno mío tenía relojería y le pedí que le diera trabajo. «Sí, como no, que venga». Le dio el empleo. Pasaron unos días y le pregunté como andaba el coreano. «No sabe un carajo», me contestó».Nam: -Yo no sabía arreglar relojes. En Corea era dueño, los vendía. Una vez atendí a un señor y quise decirle «caballero» y me salió «caballo» (se ríe acarcajadas). Áspera: En una oportunidad, los llevé a Mar del Plata en un Renault Gordini. Entré por la avenida Constitución que desemboca directamente en el mar y cuando Kim vio a las mujeres en malla me acuerdo siempre que dijo.«¡Chicas, llegó Kim!» Hanpasado 40 años de aquella «aventura». Los dos se casaron por poder. No conocíana sus futuras mujeres. Kim se unió a Choi Kyung In y tienen dos hijos, Verónica(34) y Alejandro (36). Nam, tres, Martín (35), Silvia (33) y Marcelo (30).Chung vive en Nueva York y forma parte de una gran organización. Gentileza de: Miguel Hladilo Nota publicado en la Revista YudoKarate nº 297

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